Mercedes Aguilar
de Izaguirre
Profesora de Geografía-Historia
IES "Juan Carlos I". Murcia
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Unir la cocina con el erotismo se basa en que el placer que el hombre encuentra en la comida y en el amor responden a un mismo impulso, el de la conservación como individuo o como especie. La necesidad de alimentar el organismo se va transformando en un placer y un arte, y también en una ciencia, surgiendo así la gastronomía. Por su parte, la de procrear se va sublimando en erotismo.
El descubrimiento de guisos y preparados, que ayude a la potenciación de la líbido, supone alcanzar una de las más altas cotas de hedonismo. Muchos de estos procedimientos se pueden considerar dentro de la medicina, la magia o el curanderismo, como las pezuñas de macho cabrío, el cuerno de rinoceronte, las entrañas de lechuza etc. Otros son principios dietéticos impregnados de sentido común. Algunos son meras supercherías ingeniosas, tales como las ostras, las ancas de rana, las huevas etc La invitación a la comida como antesala de la seducción es una constante en los usos amorosos, como treta permanente..
La conclusión es que la ciencia solo reconoce como afrodisíacos algunos productos químicos, pero no garantiza ningún tipo de seducción. Todas las hierbas, pescados, mariscos, todas las carnes son eróticas si se toman con intención erótica. No hay mayor seducción que la autosugestión.
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Los franceses han destacada en la cocina erótica por su preocupación por los manjares afrodisíacos.
Rabelais es el que mejor nos introduce en la gastronomía francesa del XVI, nadando entre el catolicismo y calvinismo, señala que los alimentos recomendados para la abstinencia y el ayuno, son favorecedores de la lubricidad , como las habas, guisantes, los ·phaseolus", los garbanzos, las cebollas, las nueces, las ostras, los mariscos, los salazones, los aderezos de jaramagos, berros, mastuerzos, estragón, chirivias, etc.
Catalina de Médicis introdujo productos florentinos desconocidos en Francia, entre ellos destaca el "zafferano", nombre italiano del azafrán, con el que elaboraban golosinas tenidas por deliciosamente excitantes. También reintrodujo la olvidada alcachofa, que volvió a ponerse de moda.
Michel de Nostradamus, vulgarizó el azucar, hasta entonces raro y costoso. En "La facon et maniére e faire toutes confitures linguides, tant en sucre, miel qu´en vin cuit" recomienda recetas para mujeres con frialdad de matriz, infertiles, y también para los hombres que no cumplen con su deber.
Nicolás de Bonnefons, famoso cocinero del XVII, concede gran importancia a las hierbas inmemoriales para fortalecer el vigor sexual, nombra la pimienta, el girofle, la nuez moscada, la canela, el estragón, el erigeron, los berros, la uva de gato, la borraja, la pimpinela etc. Otras recetas novedosas son "las pencas de alcachofa a la médula" o "los marrons glaces". Como producto popular de gran difusión hay que señalar el chocolate con ambar molido, consumido incluso por Richelieu.
El siglo XVIII es enteramente francés, el amor y la cocina se vuelven franceses, es el siglo del placer. En el que juegan todos los sentidos, la escenografía, la mise en scéne etc y los platos presentan una clara alusión a los placeres carnales , por su sabor, su morfología, por su olor o su textura. Es el juego dialéctico en la mesa , la atmósfera se inicia con un menú, en el que están presentes las ostras, las trufas, las ancas de rana, los mariscos y el efecto embriagador del vino, en una combinación de alcoba y comedor, que podía llegar a ser literal.
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Es conocida por ser la más rica en platos reputados como excitantes y su saber popular pródigo en pintorescos filtros de amor, extrañas mezclas capaces de hacerse amar por una joven, volver loco de amor a un hombre, hacer a un mozo impotente, aumentar anatómicamente la potencia de un varón etc..
La cocina italiana alcanzó un alto grado de refinamiento y perfección pues sus cocineros fueron verdaderos innovadores que simplificaron la tosca cocina medieval y la convirtieron en la mejor del mundo. El maestro Platina difundió en el XVI recetas de finalidad afrodisíaca, exportadas por Catalina de Médicia, como "El pastel de crestas, higadillos y testículos de gallo", el uso de las trufas y de la ginestrata.
Incluso Nicolás de Maquiavelo se preocupa del tema, títula a una de sus obras "La Mandrágora" a la que atribuye propiedades fertilizantes. En esa época estuvo en boga por sus cualidades excitantes de la sexualidad las tortitas de flores de sauca.
En el siglo XVII destaca Stefani , cocinero de los Gonzaga, del que cabe citar su receta sobre los "Zambalione" bebida reconfortante tras una noche de amor.
En el XVIII Leonardi ,que llegó a ser cocinero de Catalina II de Rusia, realiza recetas con sentido erótico como "Las codornices con trufas", "Los filetes de salmón a las finas hierbas" o "El guiso de spugnoli"(setas). Vincenazo Corrado , siguiendo la misma línea, incluye las criadillas de cabrito, el caviar, las fresas, las hierbas odoríferas entre los productos de cuyas virtudes estamos hablando.
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Las tradiciones españolas aluden a experiencias con fines eróticos, casi siempre de esposas con maridos decrépitos. Muchas veces estás pócimas eran aconsejadas por la dificultad de tener descencencia y las movían a buscar la ayuda de físicos o nigromantes, generalmente judíos o moriscos, para elaborar mixturas de virtudes mágicas para resolver su caso, como en el de Fernando El Católico con Germana de Foix.
El doctor Lobero de Ávila, en 1551, aconseja que "el varón cene poco, así como tres o cuatro yemas de huevo, con dátiles y piñones echados seis horas en agua caliente ". Mestre Robert en 1520 recomienda "Caldo para enfermos y debilitados, muy singular"
Los indianos hablaban de la capacidad de excitación del aguacate, la papa, el nopal, la vainilla y otros tantos. A los que se añaden las virtudes tradicionales de los cominos, el coriantro, la ajedrea, la angélica, la carne de liebre, venado, jabalí, corzo aderezado con jenjibre, azucar, canela, pimienta, casis, clavos de giroflé etc.
En nuetro Siglo de Oro las mujeres honestas salían poco de sus casa como no fueran para asistir al oficio religioso o asistir a las tertulias femeninas. Aunque en la época de Felipe IV era manifiesta la sensualidad desenfreanada y las uniones irregulares entre hombres y mujeres, que daba pie a una fauna de pícaros que vivían a su costa preparando ensalmos y filtros amorosos. En estas prácticas era muy usado el membrillo, al que se atribuían virtudes para atraer el amor. Las recetas estaban fuertemente sazonadas con abuso de especias y plantas aromáticas. De la obra "Arte de cocinar" de Francisco Martinez Montiño , cocinero de Felipe III, destacan "el capón relleno de ostiones", "la fruta de caña", "el cigote de liebre", "el membrillo y el hinojo asado" y distintas modalidades a base de trufas.
Los recetarios españoles de caracter erótico son menos extensos que los franceses o italianos, pero recogen el uso de los mismos productos citados en esos paises.
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