El nivel de comida de algunos conventos y de los altos prelados era en general bastante equivalente al de los ricos, ya que raramente escaseaban en sus mesas los alimentos principales, pues sus despensas gozaban de un gran surtido de productos. No obstante, diferían en cuanto al nivel de exhibición y de lujo excesivo que sería impropio en relación con los votos de pobreza. De hecho las representaciones en las que aparecen alimentos que nos han llegado muestran obras de caridad de los monjes, o aspectos relacionados con el ayuno o la sobriedad.
Así en "San Hugo en el refectorio de los cartujos" (óleo sobre lienzo, h.1655. Museo de Bellas Artes, Sevilla) de Zurbarán observamos la sobriedad de una mesa propia de tiempos de Cuaresma en la que la carne, prohibida, comienza a descomponerse para convertirse en cenizas. En este cuadro ingenuo y sutil con las figuras de los frailes alrededor de la mesa, con San Hugo y el paje en primer término, destacan las blancura de los hábitos, los gestos y expresiones tranquilas y naturales que confieren una sensación de inmovilidad y un clima de expectación. Los platos, tazas y jarras de cerámica blanca con el escudo de la cartuja aparecen colocados en un cuidado orden ante los frailes.