José María
Legido
Profesor de lengua y literatura españolas.
IES "Isaac Albéniz" de Leganés (Madrid)
La principal influencia del antiguo Egipto en la literatura medieval
radica en el tratamiento de la figura de la Virgen María, que
cobró atributos de diosa
pagana, igualándose, a pesar de su condición mera de santa, con
la deidad. Tanto fue así, que la Iglesia llegó a prohibir su
culto. Blanco Aguinaga, Rodriguez Puértolas e Iris Zavala en su Historia
social de la literatura española en lengua castellana
describe el sorprendente papel de María como " abogada de
los hombres en los Milagros [de Berceo] hay más
perdonados que condenados-. El fenómeno histórico hace que
llegue a adquirir en ciertos momentos más importancia que el
mismo Cristo-Dios.
En su Gárgoris y Habidis Fernando Sánchez Dragó nos
habla repetidamente de cómo el culto a las deidades paganas
femeninas se cristianizó. La Iglesia cristiana, no pudiendo
contrarrestar el poderoso influjo, tan arraigado en la
tradición, lo reconvirtió incorporándolo a su credo. La Virgen
María sería una de esas figuras que se apropiaría de atributos
anteriormente existentes, que hereda de Isis. El escritor soriano
aporta muchos datos, especialmente al estudiar las abundantes
vírgenes negras de nuestra geografía y de otros lugares
de Europa-, que según él, no serían sino una transmutación de
la diosa madre egipcia; el color de la
tierra asemeja a estas dos protectoras de la productividad. Ve en
la profusión de santuarios marianos a lo largo de la geografía
peninsular "nuestra tantas veces denostada y siempre
sospechosa pasión por las deidades de sexo débil: Isis,
Astarté, Afrodita, Tanit..." Más adelante concluye que
"curetes, griegos y gallegos rendían culto a una misma
diosa, que se llamó Isis en Egipto, Astarté o Tanit entre los
pueblos púnicos, Salambó en Siria, y María en la tradición cristiana". La estatua morena de la
Virgen con el niño sería sólo una revisión de la antigua
adoración en España de la diosa de la fertilidad (Isis con
Horus en brazos), inmaculada y purificadora de toda culpa, la
diosa egipcia cuyos templos proliferaron en España, Alemania y
Gran Bretaña hasta el siglo VI. Sánchez Dragó menciona muchos
casos de adoración a estas vírgenes del color de la tierra,
veneradas en criptas y soterrañas. El autor se extiende hablando
de la influencia egipcia propósito de los toros y de un
Hércules egipcio que recaló en Cádiz; pero nuestro propósito
es ceñirnos a contenidos de carácter literario. Así mismo,
analiza el paralelismo entre Santiago y Osiris. Santiago, creador
de un nuevo culto, se asemeja a Cristo en que es una especie de
predilecto de María, y por tanto una especie de hermanastro de
Cristo-Dios. Citando la Legenda aurea, de tan fuerte
influjo en la literatura clerical europea medieval, Sánchez
Dragó dice que el apóstol celebra su primera misa española en
lo que había sido antiguamente un altar consagrado a una virgen
andrógina de los egipcios, la tutriz de Sais (la ciudad de
Hermes Tremegisto).
La premura de tiempo nos impide desarrollar con más detalle este tema apasionante, que ha interesado a escritores de todas las épocas. Don Marcelino Menéndez Pelayo llama execrable a la excesiva afición a estas vírgenes, que ya la Iglesia había considerado peligrosa. El propi San Agustín había constatado el sincretismo: "Esa misma cosa que ahora se llama religión cristiana existía ya, y entre los antiguos no ha faltado nunca desde el origen de la raza humana".
Cristian Jacq y François Brunnier se refieren a la influencia egipcia en el capítuilo "De las pirámides a las catedrales" perteneciente a su El mensaje de los constructores de catedrales, si bien para ellos la Virgen se asemeja más a Nut que a Isis. En su libro se fijan más en la imaginería que en la literatura, pero también en ésta observan influencias, especialmente en los goliardos, cuyo máximo representante entre nosotros es el Arcipreste de Hita. Advierte cómo en ciertos poemas se pueden rastrear influencias de antiguas religiones faraónicas.